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Los Llaneros Solitarios son Llaneros Muertos

¿Por qué es tan importante rendir cuentas?
¿Qué necesitas para alcanzar un éxito duradero en la lucha contra la lujuria?  No hay nada más importante que estar conectado a una iglesia local en la cual tengas que rendir cuentas.  Si deseas experimentar la victoria a largo plazo sobre la lujuria, debes trabar relaciones fuertes con otros creyentes.

No importa lo fuerte que te sientas en este instante ni cuánta victoria sobre la lujuria experimentes en el momento, por tu propia cuenta no llegarás muy lejos.  En la batalla contra la lujuria, los llaneros solitarios terminan como llaneros muertos.  Pueden presentar una imagen impactante cabalgando solos al ponerse el sol, pero cuando les tienden una emboscada, no tienen ayuda (véase Eclesiastés 4:9-10; 12).

Nos necesitamos el uno al otro
La vida cristiana es algo que hacemos juntos.  En Efesios 4:29, Dios nos dice que nos edifiquemos mutuamente con las palabras y luego nos instruye así: “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales” (5:19).


Necesitamos a otros cristianos que hablen, canten y que algunas veces nos repitan en voz bien alta las verdades de la Palabra de Dios.  Necesitamos que los demás oren por nosotros cuando estamos en medio de la tentación.  Necesitamos amigos que nos sostengan cuando estamos a punto de rendirnos.  Necesitamos amigos que nos desafíen e incluso nos reprendan cuando nos permitimos pecar.

¿Estás conectado con otros en la iglesia local?  Muchas personas hoy en día, en especial los jóvenes adultos, han perdido la visión de la iglesia.  Yo solía ser uno de ellos. Pensaba en la iglesia tan solo como un edificio o un lugar para ir a buscar interacción social.  Siempre iba a la iglesia, pero mi estilo de vida revelaba el lugar bajo que ocupaba en mis escala de prioridades.  La iglesia era algo que se encontraba a las afueras de mi vida.  No obstante, la Palabra de Dios dice:  “La iglesia […] no gira alrededor del mundo, sino que el mundo gira alrededor de ella.  La iglesia es el cuerpo de Cristo, en la cual él habla y actúa, mediante la cual llena todo con su presencia (Efesios 1:23, traducción libre de la versión The Message). La iglesia se encuentra en el centro del plan de Dios, por lo tanto, no debiera encontrarse bajo ningún concepto en las afueras de nuestra vida.

Muchas personas que conozco no están dispuestas a comprometerse con la iglesia local.  Saltan de una iglesia a la otra, o bien encuentran solo un estudio bíblico o un ministerio dedicado de forma exclusiva a los estudiantes universitarios.  Aunque estos ambientes quizá sean buenos.  Dios desea que estemos conectados con la iglesia local y bajo el liderazgo espiritual de pastores y ancianos.  Sin esto no creceremos.

Si no formas parte de una iglesia, haz de esto la prioridad número uno en tu vida (incluso si has tenido que ir a estudiar a otro lugar lejos de tu casa).  No te conformes con sacar muestras de varias iglesias en tu zona; busca una en la que puedas comprometerte.  Pídeles a Dios que te ayude a encontrar una iglesia que tenga una fuerte enseñanza bíblica (que también se ponga en práctica) en la cual puedas entablar relaciones, servir y recibir el desafío de crecer.  (Si necesitas ayuda para evaluar una iglesia, mi amigo Mark Dever ha escrito un libro llamado Nine Marks of a Healthy Church que proporciona un criterio bíblico de mucha ayuda).

Si te encuentras en una buena iglesia, no seas tan solo un asistente, sino sumérgete en la vida de la iglesia.  Si existe un proceso para llegar a ser un miembro. Lánzate de lleno a vivirlo.  Si la iglesia tiene grupos pequeños, únete a uno.  Preséntate a los pastores.  Permite que sepan quién eres y que te comuniquen su apoyo.  Ofrécete como voluntario para servir.  Lo más importante es que procures entablar relaciones verdaderas con los demás. No esperes que los demás se acerquen a ti.  Sé tú el que dé el primer paso.

Conviértete en una persona que rinde cuentas
Una vez que te conectas con una iglesia, debes convertirte en una persona que rinde cuentas.  Todos necesitamos a uno o dos amigos cercanos a los que podamos involucrar en nuestra batalla personal contra la lujuria.

¿Cómo definiríamos esto de rendir cuentas?
Una relación en la que se rinden cuentas es aquella en la que un cristiano le da permiso a otro creyente para que examine su vida con el fin de hacerle preguntas, desafiarlo, amonestarlo, aconsejarlo, alentarlo, y que, por el otro lado, le proporciones aportes que enriquezcan su vida individual de acuerdo a los principios que sostienen ambos.

Errores Frecuentes:

1. Confesión General
No te estanques en la rutina de una “confesión vaga” dentro de tu relación.  Las categorías generales y muy amplias en la confesión no sirven de ayuda.  Cuando se trata de la lujuria he descubierto que es importante ser muy específico. 

2. No confundamos confesión con arrepentimiento
Un error frecuente que he  cometido muchas veces es suponer que la confesión dentro del grupo ante el que rindo cuentas es equivalente a arrepentimiento. […] El arrepentimiento implica un cambio de corazón y una decisión de apartarse del pecado. El tiempo lo pone a prueba e implica una decisión constante de hacer morir el pecado.
  ¿Veo este pecado como un acto de rebelión contra Dios?
v         ¿Siento verdadero dolor por mi pecado o solo me disgustan las consecuencias?
  ¿Alimento el sentimiento de detestar este pecado?
  ¿Qué otro paso debo dar?
 ¿Qué haré la próxima vez que me sienta tentado de esta manera?
  ¿Qué clase de acciones preventivas puedo desarrollar para evitar este pecado la próxima vez?
  ¿Cuáles son las actividades o los modelos de pensamiento de los que me debo alejar?

3. Ofrecer compasión sin desafío
Otro error frecuente en las relaciones en que hay que rendir cuentas es lo que llamo la mentalidad del “grupo de apoyo”.  Cuando alguien confiesa un pecado, la gente se muestra compasiva, pero no desafía a la persona.  Y no tenemos necesidad de que nos consuelen por nuestro pecado; ¡debemos matarlo!

4. Confesión sin conservación de resultados
La confesión no se iguala al cambio. Por eso es importante la conservación de los resultados en cualquier grupo o relación en que se rinden cuentas.  Dile a tu grupo qué deben preguntarte en la próxima reunión.  Pídeles que vuelvan a revisar el aspecto de tentación que confesaste. Pídeles que sean específicos.

Aquí tenemos algunos ejemplos:
ü    ¿Cómo guardaste tus ojos hoy en el trabajo?
ü    ¿te masturbaste esta semana?
ü    ¿miraste pornografía en línea esta semana?
ü    ¿En qué meditas cuando te despiertas por la mañana?
ü    ¿Memorizaste versículos de la Escritura para combatir las mentiras de la lujuria?
ü    ¿Es pura tu relación con tu novio o novia?

5. Amnesia al Evangelio
Lo más importante que podemos hacer el uno por el otro al hablar del pecado y la tentación es recordarnos la provisión de Dios para nuestros pecados: la cruz de Jesucristo.

A menudo cuando una persona confiesa su pecado, es más consciente de su pecaminosidad que de la gracia y la misericordia de Dios.  Es un error pensar que enfatizar la culpa llevará al cambio ya que sucede al revés.  Solo cuando recordamos que Dios ha perdonado nuestros pecados gracias a Jesucristo podemos encontrar la fuerza para seguir luchando contra el pecado.

Estímulo mutuo a seguir adelante
Espero que este capítulo te haya inspirado a hacer de tu iglesia local una prioridad y a buscar esta relación de rendición de cuentas a otros.  Y considerémonos unos a otros”, escribió el autor del libro de Hebreos, “para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Hebreos 10:24-25

Algunas personas dejan de reunirse con los cristianos.  Permiten que la amargura o las ocupaciones de la vida los separen de otros cristianos de la iglesia local.  Es un grave error.  La Palabra de Dios ordena que nos juntemos dentro del contexto de la iglesia local. La vida cristiana es una carrera, pero es una carrera que corremos juntos.

Extracto tomado de: Joshua Harris. Ni aún se Nombre. Guarda tu corazón de la inmoralidad sexual.Unilit, 2004. pp. 139-155.

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