Empezamos con un pasaje de Escritura de Romanos 1:8-12. Pablo le dice a la iglesia:
En primer lugar, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos vosotros, porque por todo el mundo se habla de vuestra fe. Pues Dios, a quien sirvo en mi espíritu en la predicación del evangelio de su Hijo, me es testigo de cómo sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones, implorando que ahora, al fin, por la voluntad de Dios, logre ir a vosotros. Porque anhelo veros para impartiros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; es decir, para que cuando esté entre vosotros nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la vuestra como la mía.
Quiero hablar de nuestra responsibilidad de ministrar a nuestro pastor. Hemos escuchado muchas veces que todos los cristianos son ministros, de acuerdo con Efesios 4:12. Enfatizamos en las clases de Escuela Dominical la necesidad de orar el uno por el otro y animarse en la fe, pero pienso que a veces nos olvidamos que nuestro pastor es uno de nosotros. Entonces quiero recordar la razón por la que necesitamos ministrar a nuestro pastor, cómo podemos hacerlo mejor, y qué podemos esperar como resultado.
Primeramente, ¿por qué debemos ministrar a nuestro pastor? La razón es que él es humano y un amigo creyente como nosotros. Como hombre, él es sensible a las tentaciones así como nosotros. La fe no es automática para él solo porque es el pastor. No es más fácil para él ser una persona cariñosa, esperanzada de lo que es para nosotros. Sus recursos en la batalla de fe no son mejores que los nuestros. Él es uno de nosotros.
Más que eso, las cargas únicas de su llamado demandan nuestra fiel ministración hacia él; por ejemplo, la preocupación administrativa de ver que cien detalles sean completados. Ni nos damos cuenta de muchas de esas cosas. También está el llamado de escuchar y predicar los mensajes de Dios semana tras semana. Nunca pienses que estos mensajes vienen fácilmente para el pastor. Si son consistentemente bíblicos, requieren mucho trabajo fuerte. Muchas lágrimas son derramadas en el estudio de los sermones del pastor que no vienen simplemente. Si nosotros nos sentimos secos espiritualmente quizás no vayamos a la iglesia o vayamos por una renovación, pero ¿a dónde puede ir el pastor?
Después, hay la preocupación de querer que su iglesia actúe más como Jesús y que sean la luz del mundo. Pablo dijo a los gálatas (4:19), "Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros." Nada pesa más en el corazón del pastor que cuando su iglesia no crece en fe, amor y rectitud.
Ustedes pueden hacer listas más largas de las presiones del pastor, pero ahora consideremos cómo podemos ministrar a nuestro pastor.
La mejor manera de sobrellevar las preocupaciones de nuestro pastor es siendo un Cristiano. Pablo dice en Filipenses 2:2-3, "haced completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo." En otra palabras, nada podrá refrescar a nuestro pastor como una congregación que es humilde, amable, que se parece a Cristo. Pablo dijo a la iglesia Romana, "Porque anhelo veros para . . . [que] nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la vuestra como la mía.” (1:11-12). Nuestra fe es una fuente de gran ánimo para nuestro pastor. Entonces seamos una iglesia de creyentes.
Aparte de eso, tengo tres sugerencias específicas de cosas que podemos hacer para ayudar a nuestro pastor y aumentar los frutos de su ministerio.
1. Orar por él cada día. Escríbelo para no olvidarte. Y no sólo digas, "Señor bendice al pastor.” Se específico. Ora por su salud, sus mensajes, su familia, sus visitas, sus defectos y debilidades. Ponte en su lugar y trata de sentir con él mientras oras.
2. Segundo, haz todo lo posible para dicirle unas palabras de ánimo. Escríbele una nota en la tarjeta de registración, manda una carta a su casa de vez en cuando; llámale por teléfono. Habla con él a solas alguna vez, mírale directamente a la cara y dile, "Aprecio tu trabajo, pastor, y estoy orando por ti a diario." No te conformes con saludos después del servicio de Domingo.
3.Tercero, amonéstalo con un espíritu de perdón. Nunca he hablado con alguien que esté completamente satisfecho con su pastor. Hay un simple razón: Todo hombre es imperfecto. Parece que algunas personas nunca comprenden eso y van de iglesia en iglesia en búsqueda del pastor perfecto. Eso es imposible. Es mucho más importante encontrar una iglesia donde puedes sentirte en casa y considerar tu responsabilidad de toda la vida el ayudar al crecimiento de tu pastor. Todos desean cambiar algo de su pastor, pero, ¿cuántos de nosotros nos hemos dedicado a orar seriamente sobre eso? Y, ¿cuántos se han sentado con él y con un espíritu humilde y de perdón lo han amonestado para que cambie? Si lo amamos lo vamos a hacer ... y no da tanto miedo hablar con él.
Esas son unas de las maneras de ministrar a tu pastor. Puedes pensar en otras.
La última pregunta que hice fue, ¿Qué podemos esperar como el resultado de nuestro ministerio? Podemos esperar un pastor que esta refrescado, lleno de esperanza y listo para trabajar. Así nuestro ministerio regresará a nosotros como un bumerán y creará gente que está refrescada, llena de esperanza y lista para trabajar. Entonces el mundo sabrá que Cristo es real y está trabajando en nosotros.
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