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¡Más Vivo que Nunca!

¿Cómo se Produce el Nuevo Nacimiento?
Rescatado, Levantado y Llamado
Una de las cosas perturbadoras acerca del nuevo nacimiento, que Jesús dice que todos debemos experimentar para ver el reino de Dios (Juan. 3:3), es que no lo podemos controlar. No decidimos que suceda, así como un bebé no decide que su nacimiento suceda, o de manera, más exacta, que su concepción suceda.  O más precisamente aún: no decidimos que suceda como tampoco los muertos pueden decidir darse vida a sí mismos.  La razón por la que necesitamos nacer de nuevo es que estamos muertos en delitos y pecados.  Por eso necesitamos el nuevo nacimiento, y por eso no podemos hacer que suceda.  Esa es una razón por la que hablamos de la gracia soberana de Dios.  O mejor aún: esa es una razón por la que amamos la gracia soberana de Dios.


Nuestra condición ante el nuevo nacimiento es que atesoramos tanto el pecado y la exaltación propia que no podemos atesorar a Cristo de manera suprema.  En otras palabras, somos tan rebeldes en la raíz de nuestra naturaleza humana que no podemos, por nosotros mismo, humillarnos para ver y apreciar a Jesucristo por encima de todas las cosas.  Y somos culpables de eso.  Ese es un mal real en nosotros.  Somos dignos de culpa por esa dureza y muerte espiritual.  Nuestras conciencias no nos excusan por se tan resistentes a Cristo que no podemos verlo como supremamente atractivo.

Fuego y Calor Inseparables
Algo tiene que sucedernos a nosotros.  Jesús dijo que nos es necesario nacer de nuevo (Juan 3:3).  El Espíritu Santo tiene que obrar un milagro en nuestro corazón y darnos nueva vida espiritual.  Estamos muertos y necesitamos que nos den vida.  Necesitamos oídos que puedan escuchar la verdad como supremamente deseable, y necesitamos ojos que vean a Cristo y su camino de salvación hermoso en su plenitud.  Necesitamos corazones que sean blandos y receptivos a la Palabra de Dios.  En resumen, necesitamos nueva vida.  Necesitamos nacer de nuevo.

La manera en que eso sucede, como hemos visto hasta ahora, es que el Espíritu de Dios nos da nueva vida espiritual de manera sobrenatural, porque nos conecta con Jesucristo mediante la fe.  La nueva vida espiritual que recibimos en el nuevo nacimiento no está separada de la unión con Jesús y no está separada de la fe.  Cuando Dios, por las riquezas de su misericordia, la grandeza de su amor y la soberanía de su gracia, decide regenerarnos, nos da nueva vida uniéndonos con Cristo.  "...Dios nos ha dado vida eterna; y está vida está en su Hijo" (1 Juan 5:11).  Nuestra primera experiencia de esto es la fe en Jesús que da esa vida.  No hay separación de tiempo aquí.  Cuando nacemos de nuevo , creemos.  Y cuando creemos, sabemos que hemos nacido de nuevo.  Donde hay fuego, hay calor.  Donde hay nuevo nacimiento, hay fe.

Extracto tomado de: John Piper.  ¡Más vivo que Nunca!- Editorial Portavoz, 2009. pp. 83-84.

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