El pensamiento en Dios debe ser la panacea del cristiano. Este pensar debe curar todos sus males de golpe. ¡Y qué infinidad hay en el pensamiento en Dios! Nada puede aproximarse en belleza a la idea del Dios vivo y verdadero. Que hay un ser quien es infinito en poder, conocimiento y bondad y que este ser cuida de mí con un amor perfecto como si yo fuera el único hombre que existiera, que él me amó antes de que naciera y me creó para disfrutarle eternamente y que envió a su Hijo a sufrir la agonía de la cruz para asegurar mi eterna felicidad-esto debe ser con seguridad un pensamiento para poner fin a toda tristeza. Y esto debería ser así y a menudo lo es.
Sin embargo, hay una diferencia entre las cosas tal cómo son y la manera cómo las percibimos. Nuestras percepciones de Dios sufren más que nuestras percepciones sobre las cosas naturales porque somos depravados y no hacemos nuestra tarea diaria de enriquecer nuestra idea de Dios en la fuente de la Escritura. Nuestra necedad es esta, que nos permitimos a nosotros mismos mirar los problemas de la vida como si ellos estuvieran en alguna manera aislados de Dios. Tan pronto como vemos nuestros problemas a luz del ser y perfección de Dios, somos liberados de la alarma y el terror. Por lo tanto, permanece como un principio de aplicación universal, que podemos manejar nuestras aflicciones solo si ´no miramos las cosas que se ven, sino las cosas que no se ven´ [2 Corintios 4:18]. Es este hábito mental el cual la Escritura llama ´fe´ y el cual se alaba en Moisés cuando nos informa que ´se sostuvo como viendo al invisible´ [Hebreos 11:27].
De hecho, este capítulo once de Hebreos, tiene un buen aporte para enseñarnos acerca del tema en cuestión. Porque, ¿qué fue lo que inspiró a los patriarcas, héroes y santos en este capítulo a hacer su grandes hazañas, aparte de la imagen mental la cual continuamente sostenían de Dios como el Dios quien ´es galardonador de los que le buscan´[Hebreos 11:6]? Esto pudiera ser verdaderamente dicho de ellos, que laboraron y sufrieron, cada uno, por la única razón, que Dios estaba siempre presente en los ojos de su mente. Esta es la única explicación que puede ser dada a todos sus esfuerzos e incomodidades, que tenían a Dios constantemente en el centro de su pensamiento. Y aquellos quienes piensan en Dios cómo el verdaderamente debe ser conocido, tienen un buen intercambio al perder casa, país, familia, fortuna, salud y comodidad-sí-y la vida misma-para ganar al final la posesión Dios en sí mismo.
El arte del buen pensamiento es llevar el pensamiento a su conclusión lógica. Es dicho de Sir Isaac Newton que no atribuyó nada más a sus teorías profundas que el tomar las líneas de su pensamiento más lejos que los otros hombres lo hicieron y por lo tanto, percibió las ´leyes´ escondidas que formuló. Esta es una lección, la cual los cristianos deberían aprender de él. El mero pensamiento en Dios debería poner fin a toda ansiedad. Entonces, ¿por qué en mi caso no lo hace? Porque fallo en llevar el pensamiento a su propia conclusión.
Si Dios es Dios, entonces no existen problemas sin solución. Y si Dios es mi Dios, entonces ningún problema mío está si una solución apropiada. Hay en Dios exactamente lo justo que necesito para resolver cada rompecabezas de la vida. Tal persona es Dios, quien comprende por sí mismo todo lo que pudiéramos necesitar siempre para neutralizar todos los males, rechazar todas las tentaciones, poner fin a todas las tristezas y compensar todas las perdidas. Además, hay en Dios tal provisión de suficiencia y sabiduría que es capaz de transformar cada mal en bien tan pronto como él nos toca. Por decirlo así, Dios tiene el ´toque de Midas´ por el cual todos los problemas del cristiano se transforman en oro en sus manos. Nos es dicho que ´todas las cosas ayudan a bien´ [Romanos 8:28] para nosotros es más que algo amigable. Es tener el elixir de la vida.
El pánico es la falla pecaminosa para aplicar nuestro conocimiento de Dios a problemas particulares. El apóstol Pedro mira las olas y empieza a hundirse. Los discípulos en el bote están alarmados en la tormenta. Semejantes a ellos, también caemos quizás en fuertes periodos de desánimo por el estado de la sociedad, el estado de la iglesia, el estado del campo misionero donde servimos, o aún por el estado imperfecto de nuestras propias almas. El pánico es posible únicamente cuando Dios está oscurecido de nuestros pensamientos por las circunstancias visibles.
Extracto tomado de: Maurice Roberts. The Thought of God. Banner of Truth. Capítulo 1, pp. 5-7.
Traducido por: Ed Osuna.
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